Licuefacción, episodios sísmicos y seguridad edificatoria
Durante el pasado mes de octubre, tembló la tierra en Navarra. Y no hablamos de una metáfora política ni tan si quiera relacionada con la salud pública. Esta vez fue una sacudida sísmica real, sentida por numerosos ciudadanos y registrada por el Instituto Geográfico Nacional. Por suerte, solo fue un susto.
Nada parecido a lo que aconteció en Lorca en 2011. Aquello sí que fue un terremoto devastador, destructivo y desgraciadamente mortal. Entonces, se registró un movimiento sísmico de 5,1 grados de magnitud y 7 de intensidad. Recordemos que la magnitud tiene que ve con la fuerza del terremoto, el potencial para causar temblores en la tierra, y que la intensidad hace referencia a la fuerza de la sacudida. En la ciudad murciana la magnitud e intensidad señaladas afectaron fuertemente las estructuras de casi un 5% de las edificaciones de la urbe.
En relación a la capacidad devastadora de los terremotos, es importante tener claro que un problema grave que tiene lugar durante los movimientos sísmicos es la llamada licuación o licuefacción del suelo. Los expertos subrayan que el fenómeno de licuefacción es la principal causa de la destrucción de edificios durante los temblores de tierra, mucho más que los ocasionados por las ondas sísmicas sobre los cimientos constructivos.
Un de los casos más recientes y paradigmáticos del fenómeno tuvo lugar en Palu, Indonesia, en 2018. Después de sufrir un terremoto de magnitud 7,5 los habitantes del lugar quedaron estupefactos al ser testigos directos del fenómeno geológico de licuefacción del suelo.
De manera literal, lo suelos comenzaron a fluir como si de un líquido se tratara, además, se produjeron deslaves que provocaron gigantescos hundimientos de terreno. En un suspiro, casi 2.000 viviendas se vinieron abajo. Un superviviente local lo narró de manera muy gráfica: «Los edificios se derrumbaron detrás de mí. Las casas de mis vecinos se amontonaron una encima de la otra, no podía comprender nada, estaba aterrorizado, parecía una película, pero por desgracia era real».
Pero ¿Qué es exactamente lo que ocurrió en esta localidad de Indonesia? Ni más ni menos que un proceso de licuefacción del suelo, en vivo y en directo. Un fenómeno por el cual los elementos sólidos del terreno pierden firmeza por saturación de agua o por estar compuestos de arenas y gravas de reciente sedimentación. Al perder firmeza por la presión ejercida por temblores sísmicos, en el caso de que ocurran por sisma, como en el caso que se expone, el suelo se deshace, se licúa. Más o menos como si estuviéramos convirtiendo una tableta de chocolate sólido en una taza de chocolate líquido. Este cambio brusco de estado, por desgracia, es capaz de desplazar y hundir todo tipo de edificios, no importa su dimensión.
Cuando el desastre natural es de grandes dimensiones, cuando convergen terremotos y tsunamis, por ejemplo. es difícil prevenir la destrucción de inmuebles. Pero cuando los movimientos sísmicos son menos devastadores existen fórmulas para reducir el riesgo de licuefacción de terrenos y por tanto la destrucción de edificios.
Una opción eficaz y segura es acometer bajo el edificio a consolidar una inyección a baja presión de una resina sintética, ligera y eco compatible, a la profundidad necesaria y a diferentes niveles con el fin de consolidar las capas de terreno a riesgo de licuefacción respetando las normativas técnicas en vigor. En Italia, país afectado por sismos de manera recurrente, se han desarrollado técnicas variadas para proteger estructuras e instalaciones. Prevenir no solo es más barato que “curar”, salva viviendas y sobre todo vidas humanas.
Una de las empresas europeas especialistas en estabilidad y seguridad de edificaciones, GEOSEC, ha desarrollado un importante know-how para la mejora sísmica de todo tipo de edificios. A través de su método LIQUEMIT, de patente propia, ofrece resinas especiales que mediante inyección “quirúrgica” consolidan con total seguridad los terrenos licuafectables.